jueves, 19 de junio de 2008

Ante la situación actual

Gustavo Ferreyra, uno de los más interesantes y lúcidos escritores de su generación (y un amigo) escribió esto a lo que me sumo.

Se ha montado una coalición formada por una minoría facciosa, la burguesía agraria –que justamente a causa de su tremenda rentabilidad ya no hace distingos entre sus componentes-, las finanzas internacionales y nacionales (no olvidemos la quita del 75 % en la restructuración de la deuda y los 45.000 millones de dólares de los que no entraron en el canje de bonos y que pretenden un cambio de gobierno para sumarlos graciosamente de nuevo a la deuda pública -o sea, arrojada sobre nuestras espaldas-), las grandes empresas privatizadas, que pujan desde hace cinco años para quebrar la mano del gobierno en cuanto a tarifas (reclaman su dolarización en verdad, es decir, su triplicación), la embajada norteamericana, muy interesada en quebrar todo el eje político surgido en Sudamérica (el antiAlca que se expresó en el encuentro de Mar del Plata), las empresas de medios de comunicación que responden de una u otra forma a esas fracciones del capital (Telefé es de Telefónica, etc.) y una vociferante y fascista clase media-alta en la que imperan el racismo mas desembozado y que ya no trepida en negar la dignidad humana de los que no son como ellos –de hecho está negando la validez del voto de las clases populares-. Es una coalición formidable y ya no hay dudas que vienen por todo –remedando a una despreciable y mezquina pitonisa que agrupa a casi el cuarto del voto de la población argentina- Es decir, que quieren ya tumbar a un gobierno que no hace seis meses salió del voto popular.

Frente a este estado de cosas:

Mas allá de los errores y de las insuficiencias de este gobierno, considero que la encerrona en la que se encuentra obedece más a sus méritos (en parte arriba esbozados pero entre los que habría que destacar también su política de derechos humanos) y no a sus falencias, recordemos sino la “cómoda legitimidad” de Menem pese a todas sus tropelías y lo tranquilito que terminó su mandato.

A riesgo de equivocarme (están quienes dicen que es lucha interburguesa y en parte evidentemente es así) pretendo defender lo que los sectores populares han avanzado en sus posibilidades concretas de vida luego de años terribles en los que han padecido hasta lo infrahumano. (En las movilizaciones de desesperados del 2002 –mujeres y niños en su inmensa mayoría- ya no había morochos, negros o mas o menos blancos, había grises. Fue un descubrimiento que me traumatizó hasta el día de hoy: la miseria extrema urbana lleva a un color gris que parece surgido de un mundo de ultratumbas, un color gris de polvo, de terracota, de infinita derrota.)
No quisiera que mis más o menos cómodos ideales intelectuales (una sociedad sin clases, etc) me libre del compromiso efectivo que hoy la realidad pone delante de mis narices (son las elecciones que no elegimos y que nos eligen).
Considero que este es un formidable ataque a la democracia y a sus bases mismas (la igualdad del voto de todos los ciudadanos).
Ante esto creo que es más noble equivocarse poniendo el cuerpo y asumiendo el compromiso de actuar, que lamentarse simplemente de que la historia no responda a lo que determina nuestras impotentes cabecitas (creo que Rodolfo Walsh supo mucho de esto)
Por todo esto es que en el día de mañana voy a concurrir al acto de Plaza de Mayo.
En defensa de la democracia y de la dignidad del voto de todos los ciudadanos.

Gustavo Ferreyra

2 comentarios:

Rosas Gamarra dijo...

Me sumo pero todavía no hemos avanzado nada y aún hay una miseria infrahumana...

Nunca hemos avanzado nada pero nos quedan las esperanzas de los hombres muertos...

Saludos!!!

Pablo Vinci dijo...

No soy de dejar mensajes en los blogs pero me parece necesario hacerlo en estas circunstancias.
Por todos los que sentimos que algo está pasando. Por la alegría que me causó encontrar esto en tu blog. Porque encontrar o reencontrar a alguien con quién se acuerda en algo tan importante, siempre es un motivo de emoción.
Un abrazo.
Pablo Vinci