miércoles, 24 de octubre de 2012

Texto de Gustavo Ferreyra para la presentación de El exceso

“Las cosas saben esperar tranquilas, impasibles, me digo. Admiro a los objetos en eso; en su neutralidad, en su equilibrio y aplomo, siempre ajenos a las circunstancias. Me gustaría imitarlos. La camioneta, flamante y hermosa, espera sin saberlo; espera en el garaje subterráneo del edificio, a resguardo de la intemperie y de cualquier ansiedad.” En este párrafo podemos apreciar esta superioridad de las cosas, que ya casi están maduras para prescindir de nosotros. Mil cuestiones podrían pensarse a partir de este párrafo. Desde ya Marx cuando se pregunta si vivimos en una sociedad donde priman las relaciones entre los hombres mediadas por las cosas o en realidad en una donde las relaciones entre las cosas están mediadas por los hombres. Desde Marx hasta Marcuse e inclusive una parte de la ciencia ficción, de la mejor y de la peor. Pero fíjense las cualidades que les atribuye Scott. Neutralidad, equilibrio y aplomo. En realidad, características de Scott como escritor. Neutralidad frente a los personajes y sucesos. Equilibrio entre la descripción y la acción. Aplomo, sobre todo aplomo. Un aplomo que pareciera conocer la naturaleza del tiempo, el fluir de las cosas. Ese saber dejar a los sujetos perdidos entre las cosas que yo mismo ya escribí en una contratapa de un libro de Scott. En donde decía que toda la realidad es el artificio con el que cuenta. Porque en su literatura no hay artificios particulares ni ganchos ni va creando misterios ni nudos narrativos ni cree en la necesidad de conflictos puestos blancos sobre negro. El texto se desliza sobre la superficie de la realidad y la va absorbiendo llanamente, sin agregarle riscos ni abismos. Su novela es horizontal entonces, casi podríamos decir pampásica porque el lector ni el autor están sobre peñascos sino a la altura de los sucesos y los personajes. Van con ellos en una suerte de neutralidad tibia. En este caso la familia Valle, ministro de la provincia de Buenos Aires. Pero no hay estruendo, ni siquiera petardos. Nos deslizamos desde los distintos puntos de vista. Primero, el ministro mismo, luego el custodio, el hijo, la empleada doméstica y el híbrido, el novio de la hija. Cierra en realidad el híbrido, mezcla de orientaciones y cosas. El villero facultativo, el que lleva en sí las marcas de lo diverso pero también el exceso. La realidad existe en exceso y por eso estamos condenados al exceso. Y la realidad, nos guste o no, es neutra, no se pronuncia. Para la realidad somos cosas y por mucho que gritemos seguiremos siendo cosas. Scott captura esto de una manera sutil, neutral, llana, sabiendo que el problema no está en el mundo y ni siquiera en la vida sino en el sujeto. Creo que Scott ha aprendido las lecciones de Walser. El problema siempre es uno.